El «chemsex» y la cultura del «PnP» (party and play) han golpeado a la comunidad LGBTIQ+ durante décadas, pero la irrupción de las aplicaciones de encuentros ha intensificado el problema. Ante la creciente preocupación por la adicción a la metanfetamina, ¿están estas plataformas haciendo lo suficiente para proteger a sus usuarios?
La historia de Robert McAllister es un reflejo de muchas otras. A los 21 años, a través de Grindr, se encontró con un lenguaje en clave – PnP, Tina – que entonces no comprendía. Esa misma noche, lo que pensó que era cocaína era en realidad metanfetamina cristal, una droga altamente adictiva. «La aplicación era mi excusa para interactuar socialmente», confiesa McAllister, quien estuvo adicto por cuatro años, perdiéndolo todo.

Su experiencia no es aislada. El «chemsex» o PnP (sexo bajo el efecto de drogas como metanfetamina, GHB o ketamina) es alarmantemente más frecuente entre hombres homosexuales y bisexuales. Un estudio de 2014 reveló que consumen metanfetamina tres veces más que los heterosexuales. Aunque las muertes por sobredosis disminuyeron ligeramente en EE. UU. en 2023, las relacionadas con psicoestimulantes como la metanfetamina aumentaron drásticamente, cobrando la vida de más de 36.000 personas.
Apps en el Centro de la Tormenta
En este contexto, aplicaciones como Grindr y Sniffies, que generan cientos de millones de dólares, son señaladas como un motor clave de la cultura PnP. Una encuesta de 2023 indicó que el 91% de los usuarios de apps de citas tuvo una experiencia negativa con drogas, y uno de cada cuatro eliminó la aplicación por estas preocupaciones.
Ignacio Labayen de Inza, cofundador de Controlling Chemsex, critica duramente la situación: «Están generando un gran ingreso gracias a esta comunidad, y el mayor problema al que nos enfrentamos no es el VIH, sino la drogadicción. Grindr es el principal medio que la gente usa para conseguir estas drogas».

Las aplicaciones son conscientes del problema. Grindr ha colaborado con organizaciones de reducción de daños, ofreciendo guías y ventanas emergentes, aunque con alcance limitado (en EE. UU. y el Reino Unido). Sniffies tiene una página de recursos. Sin embargo, tanto usuarios como expertos coinciden en que estas medidas son insuficientes. «Las ventanas emergentes y las guías no funcionan porque el problema sigue vigente», afirma Labayen de Inza.
Facilidad de Acceso y Blindaje Legal
El problema principal sigue siendo el fácil acceso. Usuarios como Chris Hackenberg, quien probó metanfetamina por primera vez vía Grindr, aseguran que «Grindr es famoso por encontrar drogas. Es facilísimo». A pesar de que las normas de Grindr prohíben perfiles centrados en drogas y emojis asociados a su venta, los usuarios los eluden fácilmente (por ejemplo, usando una simple «T» en la biografía para indicar «Tina» o metanfetamina).
Un factor clave es la inmunidad legal que tienen estas plataformas bajo la Sección 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones de EE. UU., lo que significa que no son legalmente responsables de la actividad ilegal o las adicciones que ocurren en ellas. «Nadie quiere hacer nada», lamenta Labayen de Inza.
Un Desencadenante Constante para la Recuperación
Para quienes intentan recuperarse, estas aplicaciones se convierten en una trampa. Hackenberg, en recuperación desde 2023, no puede usarlas sin recaer. «En cuanto empiezo a usar Grindr, siento el mismo subidón mental que cuando fumaba Tina. Cada vez que he recaído, ha sido gracias a las apps», comparte. Mark Just, con 20 años de sobriedad, describe la tentación como «poderosa», comparándola con resistir las donas favoritas de alguien.
El Camino a Seguir: Diálogo y Visibilidad
Expertos y usuarios coinciden en la necesidad de que las aplicaciones se involucren más a fondo. Labayen de Inza propone que los recursos de apoyo al chemsex sean prioritarios y siempre visibles dentro de las apps, en un «recuadro fijo» de fácil acceso. Christian Parker, de Gay & Sober, lo llama una «tormenta perfecta»: soledad, aislamiento y estigma se entrelazan.
Sean Young, de la Universidad de California, señala que si bien las apps no tienen toda la responsabilidad, su silencio no es la respuesta. Pide que las empresas tecnológicas se reúnan con autoridades de salud pública y usuarios para crear entornos más seguros.
La crisis de la metanfetamina en la comunidad gay es un desafío complejo. Las aplicaciones de encuentros, aunque vitales para la conexión, también son parte ineludible de la problemática. La pregunta es: ¿asumirán un rol más activo y comprometido para proteger la salud y el bienestar de sus usuarios?
Basado en una nota de Unclosetmedia.com