Los putos no somos inútiles para los deportes, los putos tuvimos el cuerpo capturado por la angustia. Los que estamos entrados en años, difícilmente hayamos zafado de las clases de gimnasia como verdaderas sesiones de tortura, donde nos tiraban encima todo el machirulaje, tanto quienes gozaban haciéndolo, como los que simplemente cumplían el ritual de participar de la escena. Por más esfuerzo que hubieramos hecho para ser los más adorables y empáticos del mundo, rara vez era suficiente para que alguno de ellos interveniera rompiendo el pacto de varones.
Pablo D. Szternberg
Aunque liberarse es fantástico, lleva tiempo y hay una parte de la infancia y su cadencia que nunca se tuvo ni se tendrá.

Será por eso que muchos nos conmovemos con deportistas, como Sebastián Vega, que militan desde lo que son y asumiéndose como referentes para las generaciones venideras.
Y no es que uno quiera vivir haciendo catarsis, les aseguro que la pérdida de intimidad no nos sale barata, pero pagamos el costo en beneficio de los que siguen.
Los que tenemos criterio jurídico sabemos que la reparación no siempre recompone lo vulnerado, que a veces se realiza como garantía de no repetición.
Como cierra su manifiesto el hermoso Pedro Lemebel:
«A usted le doy este mensaje
Y no es por mí
Yo estoy viejo
Y su utopía es para las generaciones futuras
Hay tantos niños que van a nacer
Con una alita rota
Y yo quiero que vuelen compañero
Que su revolución
Les dé un pedazo de cielo rojo
Para que puedan volar»
Pablo D. Szternberg