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San Luis: Es trans, es bombera y dedica su vida a ayudar a victimas de la violencia

“Soy la primera bombera trans del país”, dice con orgullo Cintia Brandana, nacida y criada en el norte puntano. Gracias a las políticas públicas de San Luis pudo superar muchas adversidades y llegar hoy a ocupar un lugar en la oficina de la mujer y diversidad de Villa Larca.

Cintia nació en Concarán y vivió casi toda su vida en Villa Larca. Creció en una familia tradicional de campo y desde jardín de infantes supo quién era. Su mamá era su gran compinche y cuando falleció, Cintia se mudó a la capital puntana. Tenía apenas 17 años. La vida para ella no fue fácil pero nunca bajó los brazos y luchó para salir adelante. En el camino conoció a grandes personas que la ayudaron a superar los obstáculos con los que se enfrenta la comunidad travesti trans.

Violación e invisibilización

“Mi niñez fue feísima, llena de discriminación por parte de mi familia y de mis compañeros de colegio. Me violaron cuando tenía 7 y mi papá no me creyó. Mi mamá quería hacer la denuncia, él no la dejó”, contó en una entrevista televisiva.

A partir de aquel hecho, su vida fue un martirio. Una lucha por ocultar gestos y formas de ser ante niños y niñas de su edad que se burlaban delante de ella. “Fue mi primo hermano el que lo hizo. Él sabía bien lo que ocurría porque tenía más de 20 años”, relató.

Foto: ANSL Merlo

Una tía buscó ayudarla, pero su marido también la presionó para que callara. “En 2008 me tuve que ir de mi casa. Después de la muerte de mi mamá nada volvió a ser igual. Ella murió de un tumor en la cabeza, fruto de los golpes que le daba mi padre”, narró Brenda.

Los años que permaneció bajo el mismo techo, junto a él y sus hermanos, fueron un calvario. “Comían hasta llenarse y el resto se lo daban a los perros. Así como te lo digo: comían los perros antes que yo”, indicó.

A los 22 tomó la decisión de marcharse de su hogar. “Cuando mi mamá estaba viva trabajaba en una verdulería lavando la mercadería. Tuve que dejar la secundaria a los 13, era imposible estudiar, hasta a la directora le molestaba cómo era. Nadie me daba trabajo cuando murió mi mamá. Ahí la pasé mal”.

Se mudó a la capital de San Luis con el objetivo de encontrar nuevas oportunidades, pero lo que halló fue más rechazo. “Me tuve que prostituir, no tuve otra opción. No llegué al año igual. Había hecho un curso de peluquería, pero tenía mucha necesidad. Literalmente comía de la calle. Esperaba que un restaurante cerrara para pedirle las sobras”, relató.

De ser la primera bombera trans del país a un inesperado ofrecimiento

Vivió en Buenos Aires algunos meses y retornó a San Luis con la esperanza de encontrar enterrado aquel prejuicio familiar. Para ese entonces su padre y su tío habían formado un cuartel de bomberos, actividad que ella conocía desde pequeña cuando los acompañaba a combatir pequeños incendios.

“Cuando era niña no quería ir porque se me llenaba el pelo de olor a humo. De más grande fui, tenía extensiones, y se me quemaron. No entendía qué les gustaba de todo eso. Salía con mi papá y tíos, ellos eran bomberos viejos, apagaban fuegos con trapos mojados, cortaban fuegos grandísimos. Tenía 8 ó 9 años y estaba ahí”, rememoró Cintia.

Mi papá siempre fue bombero y mi tío también. Formaron un cuartel hace 11 años junto a mi cuñada y mi hermano mayor. Cuando yo los veía volver de los incendios les preguntaba ‘¿cómo pueden quemarse así de gusto? ‘siempre los criticaba. Hasta que un día mi cuñada me pidió la acompañe a llevar comida a un incendio y no me fui más. De eso hacen ya 9 años”, recuerda Cintia. Son una gran familia de bomberos que se respetan y ayudan entre sí.

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Soy la primera bombera trans del país”, dice orgullosa, mientras acomoda la pulsera que tiene en su mano derecha con los colores distintivos de la comunidad LGBTQ+. “Para formar parte del cuartel de bomberos me ayudó mucho la comisión, sin su respeto creo que no lo podría haber logrado”, afirma mientras cuenta que no sólo es la primera sino una de las pocas del país.

Conseguir trabajo no fue fácil para ella y, como muchas otras mujeres trans, tuvo que hacer cosas para subsistir que no estaban en sus planes: “Cuando buscaba trabajo nadie me daba. Tuve que vivir en la calle dos meses. Tuve la suerte de estudiar, encontrar gente buena y poder salir de esa vida”, recuerda.

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Gracias a las políticas públicas en materia de géneros y diversidad que tiene la provincia de San Luis, pudo salir adelante y hoy tiene su propia oficina en la terminal de Villa Larca. Allí se preocupa y ocupa de mujeres que sufren violencia. “Estar para ayudar a personas vulnerables me llena de orgullo. Trabajo con asistentes sociales y abogados para ayudar y asesorar a mujeres y diversidades. Hacemos un trabajo en conjunto”, cuenta.

Cintia Brandana tiene 36 años y vive en Villa Larca, provincia de San Luis. (Foto: Gentileza El Diario de la República)

Fuente: Agencia San Luis y TN

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