Valeria del Mar Ramírez, que en el 2012 recibió de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner su DNI con su identidad autopercibida, relató lo ocurrido durante las dos detenciones que tuvo en el centro clandestino de detención.
Fuente: DIANA LÓPEZ GIJSBERTS para Télam
Valeria del Mar Ramírez, la primera mujer trans que se presentó como querellante en un juicio de lesa humanidad por haber estado cautiva durante la última dictadura militar en el excentro clandestino Pozo de Banfield, relató este martes ante el Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata las golpizas y violaciones grupales que padeció por parte de policías y dijo que le hacían desear cada día que: «Dios me lleve».
La mujer, que en el 2012 recibió de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner su DNI con su identidad autopercibida y en 2020, cuando se inició este juicio se convirtió en la primera mujer trans querellante en un juicio de lesa humanidad, declaró durante más de una hora con voz temblorosa al recordar las vejaciones que sufrió.
En ese contexto, contó también que hoy atraviesa una situación económica precaria, ya que vive de una jubilación mínima y manifestó: «no sé qué va a ser de mi».
«Trabajaba como prostituta, hoy se le llama trabajadora sexual, en el Camino de Cintura, en Ruta 4 entre Seguí y la rotonda de Llavallol. Había conseguido esa plaza y tenía que pagarle al jefe de calle«, comenzó a relatar Valeria del Mar Ramírez, quien precisó que «no militaba» pero era vista «como cabecilla» por defender a sus compañeras cuando los policías, «para hacer estadísticas», iban a llevarlas presas.
La mujer precisó que sufrió dos detenciones, una a fines de 1976 y otra a principios de 1977.
«En la dictadura los travesti y los homosexuales éramos como bichos raros y cómo un gobierno militar iba a permitir que estuviéramos en la vía pública», apuntó.
En esa línea, precisó que «la primera vez fue una razzia, el jefe de calle nos avisó que nos fuéramos que iban a pasar inspectores y no quería ver a ninguna parada en la ruta, pero no le hicimos caso. Éramos 14 o 15, nos quedamos en una estación de servicio que había en la esquina y nos levantaron, fue una razzia y nos llevaron a la comisaría de Llavallol. Ahí estuvimos dos días. En la comisaría no hubo maltrato».
El Pozo
«Donde hubo maltrato y violación tras violación fue en el Pozo de Banfield», remarcó la mujer.
Ramírez relató que a ese excentro fue llevada a principios de 1977, junto con una compañera de nombre Romina.
«Nos agarran, nos meten en un auto Ford Falcon, nos arrodillan entremedio de las piernas de ellos (los policías), con la cabeza para abajo y cuando llegamos los policías anuncian ´aquí tienen las cachorras que habían pedido´», recordó y detalló que las condujeron a calabozos individuales, indicándole que miraran para abajo, para que no vieran que había otros detenidos y detenidas en esa dependencia policial.
Relató con lágrimas en los ojos: «Me golpearon porque no quise tener sexo anal y bucal con dos policías. Me pasaban el miembro por el buzón (la rendija de la celda), y me decían ´si querés comer, chupámela un poco y te doy comida«.
«Un día, cuando me sacaron a bañar llené una botella de agua y entonces cuando me decían de hacerles sexo oral (a cambio de comida) yo no comía. Estuve dos días sin comer tomando solo agua hasta que abrieron el calabozo y encontraron la botella. ´Puto, así que te hacés el vivo´. Me tiraron la botella de agua y tuve que acceder a la violación. Me violaron los cuatro», contó conmovida.
Asimismo, contó que en otra oportunidad «trajeron un pepino y me dijeron ´ahora te vas a divertir con esto´. Yo pensé que con eso me iban a destrozar, pero me dijeron ´no, no te asustes que esto no es para vos´, pero me dijeron quedáte ahí boca abajo y vinieron tres y me violaron».
«Yo ya no sabía qué hacer, prefería que Dios me lleve. Otro día vinieron, me llevan al mismo lugar y me ponen un pedazo de manguera. Eran como seis, meta reírse y yo meta gritar pidiendo ayuda. No sabía qué más pedir«, sollozó.
También recordó que otro día «me tiran sobre el colchón y uno me agarra de una mano, otro de otra, otro de una pierna y otro de otra y me dicen ´esto te va a gustar más, porque te va a hacer cosquillas. Uno me abrió los cantos y me dijo ´esto es lo que te va a divertir´ y no sé si era una rata o laucha«.
«Yo pensé que era el fin de mi vida. Me parecía que estaba con gente demente porque para que quieran hacer esas cosas no veía la razón. Me hicieron asustar pero no me pusieron la rata, si lo hubieran hecho no estaría declarando», expresó.
Bebé
Valeria del Mar Ramírez también declaró que en una oportunidad cuando se bañaba, oyó gritar a una mujer policía «ya viene, ya viene» y escuchaba «gritar a una chica».
«Pensé qué le estarán haciendo. En eso siento a un bebé llorar. Y la milica le dice ´bueno dale, levantáte y agarrá un balde y limpiá esta mugre tuya´, mientras la chica, pelo largo, delgada, demacrada, todo su vestidito lleno de sangre, no se podía mantener en pie. Yo la agarré de la mano, la apoyé en el piletón y me puse a llenar el balde», explicó.
En ese momento, contó Ramírez, la mujer policía la vio y gritó a un policía «¿vos sos boludo?, ¿cómo lo tenés acá al puto ese y no me dijiste nada?», tras lo cual la arrastró de los cabellos y después estuvo dos días encerrada, desnuda en su calabozo.
«Estuve 14 días en el Pozo de Banfield», precisó y detalló que su madre había presentado un recurso de hábeas corpus en su favor.
Reaparación histórica pendiente
La mujer trans relató que declaró estos padecimientos «en la secretaría de Derechos Humanos de la Nación y en el tribunal de La Plata. En esas oportunidades no conté lo de la rata y lo de manguera. Por vergüenza, por miedo a que no me creyeran».
«Recordar esto es muy fuerte. Todo lo que me hicieron, las vejaciones, como me pegaban sino quería tener sexo. Ni física ni psicológicamente estoy bien, a veces no quiero salir de mi casa», dijo llorando.
Explicó, además, que: «cobro una jubilación mínima, cumpliré 66 años en diciembre próximo. Si pago todo no como. Gracias a Ammar a donde voy a buscar comida todos los días. Hay compañeras grandes como yo o más que están en situación de calle. Eso me duele y no sé si el día de mañana a mi no me echan a la calle si no pago» el lugar donde vive.
«Cobré una indemnización, me dieron 50 mil pesos, y ya lo gasté. No sé qué va a ser de mi. Las heridas las tengo en el cuerpo, nadie me las saca. Solo las que lo pasamos sabemos lo que es. Es muy feo no tener libertad. Pero qué salida tenía yo, qué salida laboral tenía?. No tenía otra», concluyó .
También declararon este martes Boris Santos, delegado de Peugeot, sobreviviente del Pozo de Quilmes y Eduardo Castellano, sobreviviente de Pozo de Banfield y El Infierno.