La periodista Agustina Ramos, de Agencia Presentes, dió detalles de cómo se llego al mayor asesinato de odio que se recuerde. El lesbo odiante, Justo Fernando Barrientos, era vecino de hotel de las cuatro mujeres a las que tiró una bomba molotov la madrugada del lunes. Murieron 3 de las 4 atacadas.
La puerta de la pieza donde vivían Pamela Cobbas, su pareja Mercedes Roxana Figueroa, y temporariamente Sofía Castro Riglos y Andrea Amarante, tiene los cristales estallados. A plena luz del día, en la habitación del hotel de Barracas que compartían las dos parejas de lesbianas sólo queda oscuridad: el hollín cubre de negro las paredes y unas pocas pertenencias.
El domingo 5 de mayo a las 23.30 Justo Fernando Barrientos, el hombre del cuarto de al lado, materializó su amenaza. Abrió esa puerta, arrojó un explosivo casero, las prendió fuego y provocó un incendio. Tras el ataque, las cuatro fueron hospitalizadas. Pamela, Mercedes y Andrea, Sofía permanece en recuperación.
Las víctimas
Pamela Cobbas tenía 52 años. Falleció horas más tarde del ataque debido a la gravedad de su estado. Según contaron vecines del hotel, fue vendedora de golosinas y de cosmética. En redes sociales se mostraba abiertamente lesbiana y a favor de los derechos de la diversidad sexual. En algunas fotos se la ve junto a su hijo.
Mercedes Roxana Figueroa, también de 52 años y pareja de Pamela, falleció el miércoles. Sus vecinos relataron que las mujeres vivían de changas, algunos creen que vendían pañuelitos, y otros, que trabajaban limpiando ropa.
Andrea Amarante falleció este domingo. Tenía el 75% del cuerpo quemado. De las cuatro, Andrea era la más joven, con 43 años. Desde la Coordinadora Cromañón informaron que la mujer era una sobreviviente de la masacre de Cromañón, el incendio que ocurrió el 30 de diciembre de 2004 en un boliche de Once durante el recital de la banda Callejeros.
Sofía Castro Riglos, de 50 años, es la única con un pronóstico favorable ya que “responde bien a las curaciones”, indicaron en el parte médico. El miércoles en el hospital pudo brindar su declaración.
El asesino y su odio
“Él ya las había amenazado una vez. Fue en la última Navidad. Les dijo que las iba a matar a las dos (Pamela y Mercedes) y mirá lo que pasó ahora” dice Diego Hernán Britez. Vendedor ambulante, a los 51 años vive en el segundo piso del hotel familiar ubicado en Olavarría 1621, en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires, donde ocurrió el crimen.
Diego dice que escuchó varias de las peleas verbales que existieron entre el hombre y las mujeres a lo largo de los dos años en los que ellas vivieron allí. Reconoce que a Barrientos le disgustaba que fueran lesbianas y lo hacía explícito.
“Discutían bastante. Ellas llamaron a la policía una vez y entiendo que lo habían denunciado. Él les decía ‘engendros’ por su condición sexual. Les decía ‘tortas’, ‘gorda sucia’”, compartió Britez a Presentes.
Barrientos está detenido, acusado de homicidio y lesiones graves. El Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N° 14, a cargo de Edmundo Rabbione, investiga el hecho. Ante la consulta de este medio, se informó que por orden del juez no se brindará información sobre la causa, salvo a las partes involucradas.
“Una de ellas, no recuerdo cuál de las dos, tenía un hijo. Me contó una vez que lo iba a ir a ver a Mar del Plata donde vivía”, recordó María Rosa Correa, vecina de las mijeres atacadas refiriéndose a Pamela Cobbas.
Fuego y odio
El fuego alcanzó principalmente el sector de entrada de la pieza de las mujeres. Allí estaba la cama matrimonial y había otras pertenencias como una valija, con el mango derretido. Poco quedó en pie: un par de zapatos, una agenda 2023, un libro sobre repostería y una mochila fucsia con carrito, entre otras cosas.
A una pieza de distancia está la habitación de Fernando, el victimario. La puerta está cerrada con una cadena que permite que esté abierta unos diez centímetros para que entre y salga su gato, que hoy vive con una familia del hotel. Él compartía con Pamela y Mercedes, como con el resto del piso, el uso de la cocina y del baño.
Sergio Araujo , 36 años, vive en el segundo piso del hotel, y aunque al principio no quiso hablar, al rato se acercó para preguntar cómo estaban sus vecinas y contar lo que había vivido. “Cuando vi el fuego, llamé a los gritos a todos. Desperté a mi viejo que ya se había acostado para que baje porque no sabíamos qué podía pasar. Cuando bajé vi a las chicas. Fui a buscar un matafuegos que tengo en mi pieza, lo traje de lo de mi mamá y con eso entramos a la habitación”, contó.
Según al menos dos personas, entre ellos Diego y Sergio, cuando las mujeres lograron salir de la habitación, Barrientos comenzó a golpearlas. “Cuando salieron de la habitación prendidas fuego, él les pegó y las empujó adentro al fuego de vuelta”, dijo Araujo. “Éramos cinco tratando de separarlo de ella para que le deje de pegar”, agregó Britez. Semejante saña del ataque es un rasgo frecuente en los crímenes de odio.
A las mujeres lograron llevarlas a las duchas para colocarlas debajo del agua. “Fuimos varios que intentamos ayudarlas. Pero hubo personas que no se acercaron a ayudar. Eso me da bronca”, expresó Sergio, quien desde lo ocurrido no puede dormir bien.
“A la más grande la llevé sobre mi espalda para bajar las escaleras. Ahí me dijo varias veces que había sido él. Me siento mal porque no pudimos salvarlas”, dijo.
Luego del ataque, la Policía de la Ciudad encontró a Barrientos en el baño del segundo piso del edificio con una sierra afilada con la que se había autolesionado, según consignaron fuentes policiales.
Homo odio
Según Diego Britez (vecino): “Acá hay mucha gente que piensa como él (Barrientos)”, dijo, en relación a los prejuicios y el odio contra las personas LGBT+.
“No sé por qué dicen que eran problemáticas. Solo porque a veces invitaban a amigas, ponían música un poco más fuerte un viernes, como cualquier persona, compartían pizza y unas cervezas. No eran problemáticas, pero incluso aunque llegaran a serlo tampoco justifica lo que hizo”, aseguró. Y reconoció que la actitud violenta de Barrientos era repetida. “Ya había tenido problemas antes con un hombre gay que vivía en el hotel. Hizo que se fuera. Le arrojaba una zapatilla a su puerta, le gritaba ‘puto’”, recordó Diego.