Mientras las calles de Buenos Aires vibraban el pasado 14 de julio con la Tercera Marcha del Orgullo No Binarie, un recordatorio potente resonaba: la diversidad de género no es una invención moderna, sino una realidad ancestral que el colonialismo se encargó de borrar. La lucha contemporánea por el reconocimiento no binario es, en esencia, una profunda reclamación de identidades y sistemas de género que existieron mucho antes de la llegada de las potencias europeas.
La noción de que solo existen dos géneros —hombre y mujer— y que estos son mutuamente excluyentes, es una construcción social que se consolidó y globalizó con la expansión colonial europea. Antes de esta imposición, numerosas culturas alrededor del mundo abrazaban una comprensión mucho más fluida y diversa del género.
Un Mosaico de Géneros Pre-Coloniales

La investigación histórica revela un rico tapiz de identidades de género más allá del binario en sociedades pre-coloniales:

América del Norte: Muchas culturas indígenas reconocían a las personas «Dos Espíritus» (Two-Spirit). Estos individuos eran celebrados por encarnar cualidades masculinas y femeninas, desempeñando roles sociales y espirituales vitales en sus comunidades. Su existencia desafiaba la comprensión convencional del género durante siglos.
Sur de Asia: La comunidad Hijra en India, Pakistán y Bangladés ha sido reconocida como un tercer género durante siglos, cumpliendo importantes funciones religiosas y sociales.
México: En las culturas zapotecas de Oaxaca, los Muxe son reconocidos como un tercer género.
Filipinas: Las sociedades pre-coloniales filipinas, que se cree eran matriarcales antes de la influencia patriarcal, reconocían a figuras espirituales como los Babaylans, Asogs y Bayoks. Estos líderes a menudo encarnaban una dualidad espiritual, con energías masculinas y femeninas, y su existencia desafiaba los conceptos binarios de género y sexualidad. La discriminación de género era inexistente, y el idioma utilizaba pronombres neutros.
Indonesia: El pueblo Bugis reconocía cinco géneros, incluyendo la categoría no binaria de Bissu, vistos como intermediarios espirituales.
África: En el continente africano, la homofobia y el binarismo de género no eran inherentes a muchas sociedades pre-coloniales. Ejemplos como el antiguo Egipto, los pueblos Igbo y Yoruba de Nigeria, los Imbangala de Angola y los Dagaaba de Ghana, muestran una comprensión fluida del género y la sexualidad, donde el género se asignaba a menudo por la energía de una persona, no por la anatomía.
La Imposición del Binarismo: Una Herramienta Colonial

La llegada de los colonizadores europeos trajo consigo una visión rígida del género, arraigada en doctrinas cristianas y normas patriarcales. Esta imposición no fue un mero intercambio cultural, sino un acto de violencia y coerción que buscaba erradicar las tradiciones indígenas y establecer una jerarquía social y de género.
Condena y Criminalización: Las relaciones entre personas del mismo sexo y las identidades de tercer género fueron condenadas como «pecaminosas» por los colonizadores. Los sistemas legales europeos, como el «Buggery Act» inglés, que criminalizaba la sodomía, fueron exportados e impuestos en las colonias, a menudo con penas severas.
Supresión Cultural y Asimilación Forzada: Se implementaron políticas de asimilación forzada, obligando a los pueblos indígenas a adoptar la vestimenta, el idioma y las prácticas religiosas europeas. Los roles de género fluidos y las identidades «Dos Espíritus» fueron suprimidos.
Estructuras Patriarcales: Las estructuras patriarcales europeas reemplazaron los sistemas de género tradicionales, disminuyendo la influencia de las mujeres en la toma de decisiones tribales y favoreciendo la dominación masculina en todas las esferas. Incluso la presencia de antropólogos masculinos en las comunidades indígenas contribuyó a enseñarles su lugar «subyugado» en la jerarquía racial y de género.
Leyes de «Cross-Dressing»: En algunas colonias británicas, se promulgaron leyes que criminalizaban el «cross-dressing» (vestirse con ropa del género opuesto), como en Guyana en 1893, basándose en ideales cristianos de moralidad y propiedad social. Estas leyes aún persisten en al menos 15 jurisdicciones de África, Asia y Oriente Medio.
El Legado y la Resistencia Actual
La «colonialidad» es un proceso duradero que no terminó con la independencia de los estados. Hoy, las ideas globalizadas de masculinidad y feminidad, basadas en estereotipos occidentales y reproducidas por intereses comerciales, han reemplazado las estructuras de dominación coloniales. La retórica anti-LGBTQ+ actual, que a menudo afirma que las identidades diversas son una «importación occidental», ignora deliberadamente esta profunda historia de imposición.
Sin embargo, la visibilidad creciente de las personas no binarias en todo el mundo, como se vio en la reciente marcha en Buenos Aires, es un acto de resistencia y una «reclamación de identidades ancestrales que han sido marginadas o borradas». Al comprender cómo el colonialismo impuso el binario de género, podemos fortalecer la lucha por un futuro más inclusivo y equitativo, donde todas las identidades sean reconocidas y celebradas.