Erika Noely Moreno es una figura fundamental en la lucha por los derechos de las personas trans en Argentina. Hoy, desde Ushuaia, a la que llama su hogar, lidera como parte del movimiento Las Históricas, un grupo de mujeres trans adultas mayores que exigen reparaciones por la violencia y discriminación que enfrentaron a lo largo de sus vidas. Su trayectoria, marcada por la resiliencia y el activismo constante, es un testimonio de su inquebrantable espíritu.
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Nacida en 1974, justo antes de la última dictadura militar, la infancia de Erika estuvo signada por la inestabilidad. Creció en Córdoba, primero en el campo y luego en la ciudad de Villa María, donde la discriminación se hizo presente. A pesar de que la obligó a «meterse en el closet» por un tiempo, su transición comenzó a los cinco años y se consolidó a los 18, cuando se mudó sola a la capital cordobesa. En ese período, y en un contexto de absoluta falta de oportunidades, se vio forzada a ingresar al sistema de prostitución, pasando dos años encerrada en un departamento privado, sin poder salir por miedo a la represión policial.
Tras unos meses trabajando en la calle y sufriendo maltrato policial, un cambio de aires se presentó como una oportunidad. Conoció a una persona que buscaba personal para trabajar en bares en Río Gallegos, en la Patagonia, y no dudó en aceptar. Dos años después, se mudó a Ushuaia, donde la vida comenzó a tomar un rumbo distinto. El ambiente de la ciudad, más receptivo, le permitió ganar el respeto de la gente. Un peluquero le ofreció trabajo, y por ocho años, Erika encontró no solo un empleo, sino también una comunidad que la abrazó y la hizo sentir parte de ella.

El hito que consolidó su identidad legalmente llegó en 2012, con la sanción de la Ley de Identidad de Género. El gobierno de Tierra del Fuego, buscando entregar el primer DNI a una persona del colectivo, se acercó a Erika. Ella, con su visión comunitaria, no dudó en proponer que el reconocimiento se compartiera con otra compañera, Laura Aixa Xuxú Aguilar Millacahuin, que había realizado su transición en su lugar de nacimiento, un logro mucho más complicado en ese momento. Ambas recibieron su DNI, un acto que simboliza la fuerza colectiva de su lucha.
Hoy, a sus 51 años, Erika considera que ha vivido 300, y lo ha visto todo. Pero, lejos de detenerse, sigue adelante. Desde Ushuaia, donde está casada y tiene una familia que es toda la ciudad, continúa su activismo en Las Históricas. En este colectivo, que la ha adoptado como hermana, tía y madre, trabaja para visibilizar las duras historias de las mujeres trans adultas mayores y exige reparaciones en nombre propio y de las compañeras que ya no están.

Erika ve con preocupación cómo los derechos conseguidos están en peligro, pero su mensaje es claro: «No tenemos nada que perder, porque ya lo perdimos todo». Por eso, su activismo es incansable, haciendo docencia a diario y alentando a las nuevas generaciones trans a luchar, ocupar espacios políticos y alzar la voz para lograr políticas públicas reales. Para Erika, las mujeres trans son «indomables» y nada las detendrá.
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