La desinformación, especialmente en el ámbito de las redes sociales, es una herramienta poderosa para trivializar o, peor aún, normalizar atrocidades. Recientemente, ha circulado una narrativa en torno al Bacha Bazi, una práctica de abuso infantil en Afganistán, que la describe como un fenómeno de «hombres que ‘ven con cariño’ a travestis por la falta de mujeres». Como periodistas de género y diversidad, es nuestro deber desmantelar esta peligrosa distorsión, que no solo es falsa, sino que también borra el profundo horror de una de las violaciones de derechos humanos más graves del mundo.
El término Bacha Bazi, que en persa significa «juego de niños», es un eufemismo que esconde una práctica pederástica y de esclavitud sexual. Contrario a la idea de «cariño» o de «afectuosas relaciones», se trata de hombres poderosos —señores de la guerra, oficiales de gobierno y policías— que explotan y abusan sexualmente de niños y adolescentes varones. Los jóvenes son comprados o secuestrados de familias en situación de pobreza extrema, o incluso vendidos por sus propios padres por necesidad.

La afirmación de que los niños son «travestis» también es una distorsión grave. En realidad, son obligados a vestirse con ropa tradicionalmente femenina y a bailar para sus captores y sus invitados, en un acto que no busca la expresión de la identidad, sino la humillación y la deshumanización. Esta feminización forzada refuerza las rígidas jerarquías de género y el patriarcado afgano, donde lo femenino es visto como inferior y, por lo tanto, sujeto de explotación. El fenómeno es, en parte, un subproducto de la estricta segregación de género en la sociedad afgana, que restringe la interacción de los hombres con las mujeres y convierte a los niños en objetos sexuales disponibles.

La narrativa de que esta práctica es una «costumbre» o un simple «juego» ignora por completo la coacción, el abuso físico y el trauma psicológico que sufren las víctimas. Aunque la práctica está criminalizada, con penas que van desde años de prisión hasta la pena de muerte, su aplicación es rara e inconsistente. Los perpetradores, debido a su posición de poder y sus vínculos con la policía y el sistema judicial, actúan con una impunidad alarmante.
La sociedad afgana agrava aún más el sufrimiento de las víctimas, a quienes se les considera «pecadores» y «deshonrados». Este estigma social dificulta su reintegración familiar y a menudo los condena a un futuro de exclusión, lo que tristemente los empuja de nuevo a la prostitución, al ser la única vía que encuentran para sobrevivir.
En Argentina, esa práctica se relaciona con otra de ‘criollos’ sobre comunidades originarias que se escudan en ‘las costumbres’: el chineo.
Cuerpos Rotos: Espejos de un Mismo Horror
Desde las montañas de Afganistán hasta el monte impenetrable del norte argentino, existen prácticas que, aunque separadas por miles de kilómetros y abismos culturales, reflejan la misma y brutal realidad: el abuso sexual de niños, niñas y adolescentes, normalizado y perpetuado por estructuras de poder. Este informe analiza el «Bacha Bazi» y «El Chineo», dos fenómenos que exponen cómo la violencia patriarcal y la deshumanización se manifiestan para destruir las vidas más vulnerables.
Bacha Bazi: «Jugar con Niños»
En Afganistán y partes de Pakistán, el Bacha Bazi es una práctica arraigada donde hombres poderosos compran y poseen niños, generalmente de entre 10 y 18 años, para explotarlos como bailarines y esclavos sexuales. Vestidos con ropas femeninas y maquillaje, los «bachas» son exhibidos en fiestas privadas como símbolos de estatus para sus dueños, en una sociedad donde la interacción pública con mujeres está severamente restringida. Esta «tradición» es una fachada para la pedofilia, la esclavitud y el abuso sistemático.
El Ciclo de la Explotación
Captación
Niños de familias empobrecidas son secuestrados o vendidos por sus propias familias a hombres ricos y poderosos, como comandantes o políticos.
Exhibición y Abuso
Son entrenados para bailar y servir en fiestas exclusivas para hombres. Tras la actuación, son sistemáticamente violados por su «dueño» y sus invitados.
Descarte
Al llegar a la pubertad tardía o dejar de ser atractivos para sus dueños, son abandonados. Quedan marcados por el estigma social y un profundo trauma psicológico.
Perpetuación
Muchos sobrevivientes, sin oportunidades y traumatizados, terminan convirtiéndose ellos mismos en abusadores, perpetuando el ciclo de violencia.
El Chineo: Racismo y Violencia Sexual
En las provincias del norte de Argentina, como Salta, Formosa y Chaco, el «chineo» es una práctica de violencia sexual sistemática ejercida por hombres no indígenas («criollos») contra niñas, niños y adolescentes de comunidades originarias (Wichí, Qom, entre otras). Lejos de ser un hecho aislado, es un ritual de violencia grupal, racista y patriarcal, visto por los perpetradores como un «rito de iniciación» o un derecho sobre los cuerpos indígenas, que son considerados objetos sin valor.
Los Pilares de la Violencia
Asimetría de Poder
Se basa en la desigualdad histórica y estructural entre la población criolla y las comunidades indígenas, empobrecidas y marginadas por el Estado.
Racismo Estructural
Los cuerpos de las víctimas son deshumanizados. La violencia se justifica bajo la idea de que son «chinas», un término despectivo que los despoja de su humanidad.
Impunidad
Las denuncias rara vez prosperan. Existe una complicidad social y judicial que protege a los abusadores y silencia a las víctimas y sus familias.
Violencia Patriarcal
Es una manifestación extrema del patriarcado, donde los hombres afirman su masculinidad y poder a través de la dominación sexual y violenta de los cuerpos más vulnerables.
Análisis Comparativo: Hilos en Común
Aunque el Bacha Bazi se disfraza de «tradición» y el Chineo es un acto de violencia racial más directo, ambos comparten raíces podridas. Este gráfico compara los factores clave que sustentan ambos fenómenos, revelando un patrón universal de abuso basado en el poder y la deshumanización. Interactúa con el gráfico para ver los detalles.
Conclusión: Un Llamado Global contra la Impunidad
El Bacha Bazi y el Chineo no son monstruosidades exóticas o aisladas. Son el rostro de una violencia estructural que considera los cuerpos de los niños y adolescentes como territorio de conquista. La cultura, la tradición o la raza nunca pueden ser una excusa para la violación. Visibilizar estas prácticas, romper el pacto de silencio que las rodea y exigir justicia son los únicos caminos para empezar a sanar estas heridas profundas y proteger a las futuras generaciones. La lucha es la misma, en Afganistán y en Argentina.